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Datos técnicos sobre la restauración del órgano del Evangelio

El órgano del lado norte del coro de la Catedral se terminó en el año 1772 y fue diseñado por Joseph de Echevarría.

La restauración ha costado un total de 572.330€, sufragados en su totalidad por el Cabildo Catedral

En 2022 hará 250 años del aniversario de su construcción y en todo este periodo no hay noticia de que haya dejado de sonar, a excepción de los periodos de reparaciones o restauraciones. Seguramente, esta importante intervención que cerramos en 2020 haya sido el espacio de silencio más largo en la vida del instrumento pero nunca ha callado por falta de uso o de interés y con 250 años sigue vivo y ahora con fuerzas y aliento renovados.

Si nos ponemos en las fechas de construcción de este órgano -se comenzó en 1769 y se finalizó en 1772- podemos hacernos una idea qué ingenios había imaginado y realizado el ser humano y no es fácil encontrar otro similar a un órgano de las dimensiones y características del que hoy nos ocupa.

La complejidad de un conjunto multifuncional que integra conceptos estéticos de diversa naturaleza y máximas aspiraciones junto a una máquina y un sistema de síntesis sonora, requiere el concurso de diferentes disciplinas artísticas, científicas y técnicas artesanales que no son comunes en otras realizaciones y menos en el siglo XVIII. Se puede decir que el órgano es una de las máquinas más complejas realizadas por el hombre hasta la llegada de la Revolución Industrial. 

Por un lado, una arquitectura deslumbrante y de proporciones comparables a los grandes retablos o portadas barrocas con diecisiete metros de altura, nueve de ancho y dos metros y medio de fondo. La estructura de madera, tanto interna como externa, tiene un peso de 10.000 kg. apróximadamente.

Como parte y remate de esta arquitectura fluye una profusa ornamentación que recoge las más exquisitas artes, esculturas y otras artes decorativas como el dorado de gran calidad y policromías con diferentes técnicas, y todo ello siguiendo el guion de un diseño extraordinario.

La subordinación de esta arquitectura a la estructura del instrumento musical es de tal integración que no podríamos imaginar la una sin la otra.

El instrumento en si se compone de múltiples elementos, unos son «instrumentales» y, otros, son el objeto y objetivo de toda la obra. Instrumentales podemos considerar la producción del viento a cierta presión en los fuelles, las mecánicas que permiten el manejo del instrumento por parte del organista, la distribución del viento y las extensiones para hacer llegar este a los más remotos tubos. Todo ello forma una compleja máquina en la que los conocimientos empíricos de geometría, física mecánica, dinámica de fluidos y comportamiento de diversos materiales -maderas, metales, pieles, huesos- son de vital importancia.

Por último, lo más imprescindible: la producción del sonido. El sonido del órgano del evangelio lo emiten 2.750 tubos que van desde una longitud de cerca de cinco metros al más pequeño de apenas dos centímetros. 

La variedad de sonidos que producen estos cientos de tubos se basa en un detallado plan concebido antes de la construcción para lo que se da a cada tubo la geometría, dimensiones y materialidad adecuadas a este plan.

Pero esto no tiene ningún resultado si no es por la acción más importante del organero, o maestro de hacer órganos, que consiste en dar voz a cada uno de los tubos y, ello, con dos objetivos: cumplir el plan previsto y, en último término, imprimir en cada tubo y en el conjunto de ellos el alma y los anhelos del artífice, el gusto personal de cada sonido e, igualmente, integrarlo en el ambiente estético y musical en el que desarrolla su arte. 

Además, esta paleta de sonidos que proporciona el maestro organero no es nada comparable a la variedad tímbrica que nos puede ofrecer el organista al combinar los sesenta y cinco registros distribuidos en tres teclados, a su vez divididos en dos mitades cada uno. El sistema de combinación de registros y timbres en un órgano puede funcionar igual que la adición de instrumentos en una orquesta, pero también el organista puede sintetizar timbres nuevos a su gusto a partir de elementos tímbricos simples. 

Las posibilidades de combinar estos timbres son miles, y podríamos escuchar el órgano de forma diferente cada día de su vida. La lógica, la tradición y los conceptos musicales reducen mucho estas posibilidades de combinación, pero siempre están ahí para explorarlas. 

Sin embargo, el fin último de tantas industrias, toneladas de materia, energía insuflada en forma de flujos de viento y fuerzas mecánicas, es la música, el arte inmaterial por excelencia y con mayor capacidad de reconfortar el espíritu, transportarlo y sumergirlo a espacios trascendentes. 

La restauración

Atendiendo a estas premisas es fácil entender que la protección y la conservación del conjunto y cada uno de sus elementos haya sido la guía de todos los trabajos de restauración.

A lo largo de su historia, el órgano del evangelio ha sufrido diversas intervenciones, algunas de ellas con el objetivo de modificar su naturaleza atendiendo a corrientes estéticas que despreciaban la propia con la que fue construido.

A pesar de estos envites y, por circunstancias afortunadas, no se consiguió la transformación completa de su naturaleza, como ha ocurrido en otros casos, y el órgano ha conservado la casi totalidad de los elementos originales. Las actuaciones distorsionantes han podido ser revertidas en la restauración y nos permiten aproximarnos a la atmósfera sonora que plasmó José de Echevarría en este órgano. 

El mueble ha quedado vacío durante meses para llevar a cabo la restauración en taller de todos los elementos mecánicos y la tubería.

El planteamiento ha sido recuperar el instrumento tal y como lo entregó Joseph de Echevarría en 1772. Se conservan algunas reformas menores hechas dentro del estilo y a pocos años de la construcción del órgano. Cabe destacar que diversos elementos que se eliminaron en las reformas se han conservado hasta nuestros días en la Catedral lo que ha permitido su reintegración sin reconstrucciones. 

Las actuaciones de recuperación se han centrado en la vuelta de la cadereta (1er teclado) a su posición y composición de origen y la mecánica con el juego de teclados originales y otros elementos conservados. Los registros añadidos fuera de estilo se han retirado y reincorporados los de origen.

La restauración de secretos, tablones acanalados y conducciones de viento se han restaurado en profundidad para asegurar su operatividad y durabilidad. 

Se han construido los seis fuelles de cuña que tuvo en origen y que habían sido sustituidos por dos fueles de pliegues paralelos. Estos nuevos fuelles se pueden accionar manualmente.

Por último tras la restauración de la tubería se ha dado voz a los tubos siguiendo las pautas que ellos mismos nos dan para que canten de forma natural. La presión del viento se ha reducido de los 80 mm en que encontramos el órgano a 73 mm c.a.

El diapasón, sin ser exactamente el de origen, es el resultado de la sincronización con el órgano de la Epístola en diferentes actuaciones a lo largo de la historia de ambos. 

El temperamento elegido es el mesotónico modificado a 1/5 de coma pitagórica. 

Se han invertido en los trabajos 14.000 horas, además de 200 pieles de oveja -cuya función es cubrir y proteger los diferentes conductos-, madera, metal y otros materiales.

El esfuerzo de todos los participantes en el proyecto ha sido colosal, desde los promotores, los que han efectuado el seguimiento, la Catedral con todo su equipo humano, y el taller al completo.

Folleto Restauración

Profesionales involucrados en la restauración:

Carlos Rodríguez de la Cruz. Dirección de carpintería y restauración.

Alberto Pérez Seruendo. Fuelles, tubería de madera, tablones acanalados, mecánicas y montaje.

Esteban Rodríguez de la Cruz.  Restauración de secretos. Restauración tubería y construcción tubería de metal.

Aníbal Cabezas Mayo. Restauración de tubería, armonización, afinación.

Justino Rodríguez Baudot. Administración, proyectos.

María Bermejo Rodríguez. Restauración del mueble, dirección.

Sergio Martín. Restauración del mueble.

Luis Álvarez Blanco. Plataforma móvil respaldo.

Mauro García de Pablos. Atril y trabajos de forja. 

Juan Lois Bocos. Fotografia, maquetación, web y comunicación del Taller de Organería Joaquín Lois.

Joaquín Lois Cabello. Dirección, armonización y trabajos en todas las áreas.

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