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Capilla del Santísimo y de los Ayala Berganza

La Capilla del Santísimo o Capilla de los Ayala Berganza es un claro exponente de la arquitectura barroca de la Catedral de Segovia. Esta capilla, construida como panteón familiar, forma parte de la Capilla del Santísimo Sacramento, estructurada en dos zonas bien diferenciadas y separadas por siglos y estilos arquitectónicos.

La primera parte y, más antigua, es la Antigua Sacristía o Capilla del Cristo de la Agonía, finalizada en 1562 siguiendo las trazas del maestro Rodrigo Gil de Hontañón y rematada con bóveda de crucería. En su interior destaca el Cristo de la Agonía, obra del escultor Manuel de Pereira del s. XVII. Este Cristo fue un encargo del Regidor de Segovia, don Alonso de Aguilar y Rosales, que solicitó al escultor siguiera el modelo realizado en el Cristo del Sagrario de la Catedral de Sevilla. La talla se enmarca en la obra de azulejería de cerámica encargada al ceramista Daniel Zuloaga. Zuloaga lo ejecutó en la antigua fábrica de cerámica «La Segoviana» y fue colocado en 1897 en su lugar actual. Esta capilla fue adquirida para enterramiento por la familia del Marqués de Lozoya hasta que a finales del s. XIX fue donada al Cabildo Catedral.

En frente, el retablo llamado de San Nicolás al proceder de esta iglesia románica que da nombre al barrio donde se ubica. Desacralizada en la segunda mitad del siglo XIX, el retablo debió ocupar la capilla mayor de esta iglesia construida en el siglo XII, durante la repoblación de la ciudad. Esta obra de estilo barroco clasicista fue encargada por Rodrigo de Tordesillas y Torres, perteneciente a la familia del linaje de los Tordesillas, que ostentó el patronazgo de la capilla mayor de esta iglesia entre los siglos XVI y XVII. Ante el escribano Juan López de Montalvo se firmó el 27 de enero de 1621 la construcción del retablo, encargado al entallador segoviano, Gaspar de Aldaba, por ochocientos reales, y presidido por el santo titular, Nicolás de Bari, actualmente venerado en la iglesia de la Santísima Trinidad. Fue finalizado para la festividad de Santiago Apóstol del mismo año. El traslado a la Catedral de Segovia viene motivado por el fin de su función como espacio para el culto y con el objetivo de sustituir un retablo dedicado al Corazón de Jesús, destruido por un incendio. Con el paso de los años, el retablo ha ido adaptándose y en su hornacina central ha albergado, primero, un sagrario y la imagen de una Virgen Dolorosa. En la actualidad, contiene una escultura de un Ecce Homo. 

Una vez traspasadas las tres rejas forjadas por Martín de Ciorraga en 1762, comienza la Capilla de los Ayala Berganza.

De planta cuadrada, está coronada con cúpula de media naranja sobre pechinas y fue propuesta al Cabildo en 1684 para su construcción por uno de los últimos miembros de la noble dinastía de los Ayala, D. Antonio de Ayala y Berganza, quién demás de ser Arcediano de la ciudad de Segovia, fue también canónigo de esta Catedral. Su actividad en el templo fue intensa y en los últimos años de su vida, concretamente el 24 de marzo de 1684, eleva un memorial al Cabildo solicitando instituir fundaciones y enterrarse en el templo “por cuanto he tenido y tengo particular afecto a esta Santa  Yglesia, como capitular tan antiguo della”. 

Para tal uso, el Arcediano –diácono principal de una Catedral- solicitó el permiso para edificar un espacio con relicario, oratorio y sagrario, un deseo que fue aceptado por el resto de canónigos, que al mismo tiempo rechazaron su primer planteamiento consistente en que se uniera a este panteón familiar la antigua sacristía contigua. Esta noticia hizo que Antonio Ayala Berganza agradeciera a la Catedral con la concesión de todos sus bienes a la Fábrica del templo, que aún seguía sin estar completamente terminado. Por consiguiente, el Cabildo y Antonio Ayala se ponen en marcha para formular los expedientes y formulismo legales necesarios para iniciar la obra. El arquitecto designado es José de Vallejo, vecino de Segovia, obligado a seguir las trazas marcadas por Ayala. El Arcediano aportó un total de 16.000 ducados al contado para hacer frente a esta obra más otros 4.000 en concepto de renta para los gastos relacionados con el adorno de las reliquias que se añadieran al futuro oratorio. 

El último de los informes favorables vino de la mano del entonces obispo de Segovia, D. Francisco Antonio Caballero, pero con la misma condición puesta por el resto de los canónigos de que el nuevo oratorio se hiciera fuera de la que hoy es la antigua sacristía. En el mes de junio de 1686 ya se había empezado a trabajar en la nueva capilla utilizando piedra de los paredones derribados en las naves. A la muerte del arquitecto Vallejo, retomó las obras el madrileño Juan de Ferreras aunque con una nueva traza que entusiasmó a Ayala Berganza al tiempo que aumentó el gasto hasta los 22.000 ducados entregados hasta la muerte de éste. 

La capilla de los  Ayala Berganza tomaba forma hasta la cornisa y, a partir de este momento, se inició la construcción de las pechinas y la actual cúpula y linterna diseñada por José de Churriguera, al que también se le debe el retablo principal de la capilla. En toda la cornisa, con una superficie de doce metros cuadrados, se tallaron unos elaborados grutescos -elemento decorativo- con hojas, flores y quimeras, propias del barroco de la época, por los maestros Mateo de Escobedo y Andrés de Monasterio.

La muerte de Antonio Ayala el 26 de mayo de 1687 obliga a paralizar las obras en la cornisa y a cubrir todo lo edificado con maderas. Finalmente, en 1699 se nombra nuevo arquitecto a Juan de Setién Güemes que se compromete a seguir las trazas de “Joseph Churriguera arquitecto y vecino de Madrid”. Con de Setién se reinician las obras para levantar la cornisa circular, decoradas con cuatro pechinas, cada una de ellas con la imagen de los santos segovianos San Frutos y sus hermanos San Valentín y Santa Engracia. En la pechina restante se talla a San Hieroteo -San Geroteo-, fundador de la Sede Segoviana y en los muros laterales se abren dos ventanales entre las cornisas para dar luminosidad a la bóveda de media naranja. El tambor ochavado de la bóveda fue cubierto de mampostería enfoscada que oculta en su totalidad el ladrillo y escayola utilizados. En el exterior, el cupulín se cubre con un tejado de pizarra. En 1720 la capilla ya se había finalizado, aunque diez años después se tuvo que reforzar con un enorme contrafuerte diseñado por Tomás de Albarrán debido a la gran altura del cuerpo y al desnivel del terreno sobre el que se asienta. El terremoto de Lisboa de 1755 obliga nuevamente a reforzar los muros del cuerpo.  

Interior de la Capilla

El interior de la capilla de los Ayala Berganza supone una exaltación del Santísimo Sacramento y un espacio de honor diseñado por Antonio Ayala Berganza para dar paz eterna a él y a su familia. En los muros laterales están adosados cuatro sepulcros, dos a cada lado pertenecientes a Juan Ayala Berganza, Diego Ayala Berganza, Gaspar Ayala Berganza y a Antonio Ayala Berganza, último de los miembros de la noble dinastía. Las losas funerarias de los cuatro miembros de la familia y que habían sido todos canónigos de la Catedral fueron labradas por Gaspar de Villacorta y los arcosolios donde se ubican por Andrés de Monasterio. Rematando cada uno de los sepulcros monumentales se tallaron las armas de los Ayala
Berganza. 

El retablo mayor es sin duda la obra más significativa del panteón familiar. Diseñado por José de Churriguera y dorado por los maestros segovianos, Santiago Casas y Lorenzo Villa, se empieza a levantar en el año 1686. Dos columnas salomónicas se erigen a ambos lados protegiendo el tabernáculo central y en los entrepaños laterales del primer nivel del retablo se trazan alacenas –hueco en la pared con estantes- para la guarda de reliquias. En la parte superior, bajo un dosel, se ubica la imagen triunfadora de San Fernando protegido a los lados por dos arcángeles. Todo este nivel superior es rematado por el escudo colorido de la familia Ayala Berganza. El soberbio tabernáculo fue incorporado al retablo de la capilla en el año 1718. El diseño fue encargado a Antonio Tomé, vecino de Toro, al que se le dieron 17.000 maravedís para “hacerlo y sentarlo”. Este tabernáculo, también conocido como ostensorio o manifestador, se finalizó en 1766 con el dorado por parte de Santiago Casas y Lorenzo Vila por 30.000 maravedís. 

El mecanismo del tabernáculo fue diseñado para que pudiera girar sobre su base ya que sus cuatro lados representan cada uno la Anunciación, Pentecostés, una arqueta para el Jueves Santo y el último de los lados contiene un expositor para el día del Corpus Christi en color jaspe azul. Sobre la base de esta estructura están representados los cuatro evangelistas, y todo el conjunto se rodea de decenas de serafines y ángeles músicos entre rayos dorados. La parte superior es rematada con la Fe que contiene el cáliz en su mano derecha y la cruz en la izquierda.

Enlaces de interés 

Información sobre el Cristo de la Agonía 

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