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Gárgolas

Las gárgolas que sobresalen de los muros de las catedrales mezclan su valor artístico con una función muy importante, alejar el agua de sus cubiertas y cimientos.

Este elemento arquitectónico para camuflar la evacuación de aguas se desarrolla en Francia en el S. XIII y la leyenda que explica su existencia no es otra que la lucha del bien contra el mal. En el S. VII, la región francesa de Normandía Alta era devastada por el dragón Gargouille y el sacerdote cristiano, Romanus, dominó la bestia con la señal de la cruz y su cabeza fue colocada sobre el consistorio de la ciudad de Rouen.

En el advenimiento del gótico en la Edad Media, las numerosas formas de las gárgolas han dado paso a multitud de interpretaciones: desde el antojo artístico de los escultores, pasando por su representación demoniaca o su función apotropaica con dragones, grifos, arpías o centauros.

La Catedral de Segovia también añadió a su estructura este recurso arquitectónico. Sus gárgolas datan de los siglos XVI y XVII, excepto cuatro conservadas del claustro, desplazado piedra a piedra de la Antigua Catedral, parcialmente destruida tras la Guerra de las Comunidades (1520-1522).

En los siglos transcurridos, las gárgolas segovianas han sido testigos férreos del templo, reconocidos por todos los segovianos como guardianes y observadas por su función más técnica y por su enigmático mensaje.

En el sentido práctico, las gárgolas son el último paso de la estructura de evacuación pluvial de la Catedral de Segovia, que es calificada de técnicamente impecable. La construcción escalonada del templo hace que el agua se deslice desde la cubierta superior, discurre por el interior de los contrafuertes situados entre la nave central y las laterales. El agua sigue su curso por los canales de los arbotantes bajando al interior de los contrafuertes, erigidos entre las naves laterales y capillas. Las cubiertas de las capillas son el último paso hasta que son dirigidas por canales pétreos que desembocan en las gárgolas.

La piedra utilizada para labrar las 35 gárgolas que se conservan en la actualidad es el granito de Cigüiñuela, a excepción de una de las piezas que evacua el agua por el lado norte de la Capilla del Santísimo, hecha de piedra caliza. La elección del granito, piedra más resistente, hace que la iconografía no sea excesivamente detallista.

Las piezas eran traídas según la longitud especificada y labrada por maestros como Pedro Bernal, Juan de Villarreal, Pedro de la Cabañuela o Juan Campero. Este último fue el encargado de reformar cuatro de las gárgolas originales del claustro y de labrar dos nuevas en 1528.

En las diferentes etapas constructivas se fijaban, también, las condiciones para la canalización de las aguas y la posición de las gárgolas. Caso especial corresponde a la girola, cuya ubicación, a corto espacio de las casas, hacía necesario indicaciones concretas. Entre las particularidades de estas gárgolas está la expulsión del agua a plomo -vertical- a diferencia de la mayoría, de lanzadera -horizontal-.

debían de ser de piedra cardena del Ciguñuela, bien labradas y escodadas… dichas cerbatanas no seran abiertas sino caladas porque el agua cayga abajo a plomo. an de labrar y asentar ocho gargolas de piedracardeno de Çiguñuela y de larga cada una siete pies y medio, antes mas que menos, y labrado todo lo que sale fuera de las paredesredondo y trinchantado y asentadas con buena corriente

Estudios Segovianos

La complejidad en diferentes partes de la Catedral contrasta con el esquema más simplificado de evacuación que se da en el claustro, debido a su menor altura y tamaño del tejado. Las aguas vierten hacia su interior, donde se ubica un aljibe, a través de las seis gárgolas situadas en el lado sur, por canales desde el lado norte y laterales, y el resto son conducidas directamente a la calle.

A lo largo de los años, la modificación de algunas de las gárgolas del conjunto de la Catedral se ha debido, en concreto, a la construcción del edificio de oficinas junto a la girola lo que afectó a dos gárgolas al añadir un embudo con bajante. En otras se han incorporado lanzaderas de metal para alejar aún más el agua de los muros.

Actualmente, el agua sigue recorriendo el interior de la pieza, excepto en dos gárgolas: la única que vierte en el lado sur y otra sobre el cuerpo de oficinas. Se tratan de dos águilas bicéfalas que ahora sustentan un canal abierto, de media caña, por el que discurre el agua.

La parte más simbólica y atractiva de la gárgola, sin duda, es la iconografía. No hay una unanimidad respecto a su significado pero si unidad temática si las agrupamos en fases constructivas. Predominan los animales fantásticos, que combinan partes de animales reales como leones, águilas, perros, que dan como resultado a leones alados -con alas de dragón, águila-, los grifos -cabeza y alas de águila y cuerpo de león- o dragones.

Destacan por su peculiaridad cuatro de las trece gárgolas que se sitúan en la girola, cuyos rostros humanoides y cuerpos de animal se identifican con criaturas diabólicas. Su ubicación y la expectante mirada hacia todos aquellos que recorren la calle de San Frutos parecen evitar cualquier intento de profanación del enclave sagrado o advertir de los peligros del pecado. Cuerpo de león con cara humanoide, colmillos, grandes orejas, alas de murciélago y pecho con escamas, es lo que se contempla en una de las gárgolas, visible a escasos metros de altura.

Las seis piezas del claustro, por el contrario, siguen una estética más naturalista al representar animales reales, como el león y el oso, o fantásticos como el dragón. La unidad estilística de todas ellas hace difícil diferenciar las cuatro gárgolas góticas originales de 1473 y las dos renacentistas que se añadieron en 1528 por el maestro cantero Juan Campero.

Todas las gárgolas en el claustro evacuan por la boca del animal que, a pesar de su erosión, aún conservan su valor escultórico.

La nave del Evangelio, lado norte de la Catedral y rodeada por la calle Marqués del Arco, tiene un total de cinco gárgolas asentadas en los contrafuertes. Destacan por el alto grado de erosión y la menor calidad pero siguen la combinación grotesca entre la representación animal y su lado más mitológico con jabalís castigados con alas de dragón y garras de león.

La nave Sur, o Nave de la Epístola, vierte parte del agua por su única gárgola que expulsa al espacio que se abre frente a la Puerta de San Geroteo. Se trata de uno de los bloques de granito comprado a Pedro Bernal en 1532 y que se convirtió en una águila bicéfala con cuerpo y patas delanteras de águilas y cuartos traseros de león.

La Capilla del Sagrario se contextualiza dentro de la última etapa constructiva de la Catedral (1684-1720). Levantada por Antonio de Ayala Berganza y situada entre el cuerpo de oficinas y claustro conserva seis gárgolas. Dos de ellas están a la altura de la cubierta de la antigua sacristía, prolongada con la cúpula de la Capilla del Sagrario, mientras que las cuatro restantes reposan en la cornisa-canal de la cúpula. Cinco de las seis gárgolas forman un estilo uniforme y una ejecución menos cuidada, y se cree que podrían pertenecer a la primitiva sacristía. La diferencia de la restante gárgola es que es la única de todo el conjunto elaborada con piedra caliza, con un acabado más trabajado y que vierte sobre la cubierta de la antigua sacristía.

Por último, el cuerpo de oficinas (1671-1684) conserva cuatro gárgolas ubicadas en la cornisa de caliza que remata este conjunto de dos plantas. El origen de las dos piezas más antiguas es la segunda mitad del S. XVI, mientras que las dos restantes pudieron haber sido labradas en 1677, fecha en la que consta la compra de vigas. Cuerpos antropomórficos, rostros humanoides con cuatro patas y híbridos exhiben estas gárgolas como muestra de irracionalidad y arte.

La intensidad de la lluvia, el goteo incesante de la nieve derritiéndose o la escasez de precipitación en periodos largos se pueden seguir comprobando a través de estas gárgolas, símbolos de exaltación artísticas de un tiempo determinado y de la perfecta combinación entre naturaleza y la mano del hombre.

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