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Trascoro

En 1782 el Cabildo decidió renovar el trascoro. Para ello, solicitó al rey Carlos III el retablo de mármoles del Palacio de Riofrío, obra  de Hubert Dumandre en 1758. Dicho retablo solo constaba del cuerpo central, por lo que se tuvo que añadir dos alas más para ocupar el ancho de la nave central de pilar a pilar. Se encargó en 1783 al arquitecto Juan de Villanueva el proyecto para asentar el retablo en el trascoro, contiguo al coro. Una vez aprobado, tomaron el mando de las obras Ventura Rodríguez y Juan de la Torre y López, este último responsable de los costados del coro, en las naves de la Epístola y del Evangelio, con los nichos que albergan las esculturas de los cuatro evangelistas, realizadas por Manuel Adeva Pacheco.

El retablo de mármol del trascoro consta de un cuerpo central, original del Palacio de Riofrío, con un nicho ocupado por una urna de plata cincelada por Sebastián de Paredes en 1633 que guarda las reliquias del patrón de Segovia, San Frutos. Corona este cuerpo central las esculturas de san Pedro, san Pablo y la Santísima Trinidad. A ambos lados se añadieron dos cuerpos, siguiendo el mismo diseño. En el cuerpo izquierdo, un nicho con la efigie de san Felipe y, en el derecho, de santa Isabel en recuerdo de los padres del rey Carlos III, Felipe V e Isabel de Farnesio. La capilla del trascoro se protege por una sencilla reja realizada por el segoviano Félix Egido, forjada en 1793.

Carlos III estuvo muy vinculado a la Catedral de Segovia y se erigió a finales del s. XVIII como gran propulsor de reformas con uso generalizado de materiales nobles como los mármoles, jaspes de diferentes procedencias y colores, y el bronce. El trascoro es un ejemplo, unido al retablo de la Capilla Mayor y la renovación del pavimento del conjunto del templo.

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